20.- Abierto hasta el Amanecer

 



Trabajar en las noches tiene su cosa. Son horas y ambientes diferentes al resto del día (😈: que listo, Mey!!). Incluso, con las personas que tratas, tienen distinto aire. La noche te embriaga tanto que a veces te confunde, como decía aquel cubano espabilado. 

Uno ya tiene unas cuantas amanecidas detrás, independientemente de las del trabajo: las noches de estudio universitarias, las fiestas, recién llegado un bebé, rollo reciente con una piba, cuando tienes que coger un avión temprano o cuando estás reposando en casa y te llama el colega a tomarte una cervecita en modo tranquilo😉

No se actúa con el mismo biorritmo, “como” si la falta de luz natural, químicamente trastocara a las neuronas. No se escuchan y se dicen, tantas chorradas como cuando paliqueas por el día. Durante las noches se habla menos, pero con mayor calidad, con tono más bajo y con el interlocutor de turno más pendiente de tus palabras, y tú, de las suyas. Se aprende a escuchar mejor. Sin tanto ruido ajeno. 

Nunca olvidaré aquellas noches en tiempo de la pandemia dura, cuando trabajaba. Se oía caer hasta una hoja. El ruido de los pasos en la carretera o el murmullo de los animales e insectos en plena ciudad (😈: jaja, dicen que HAY más animales por las noches… son los mismos, pero tú NO los escuchas, con tu botón en diurno, boludo!!😂😂). 


Fue un lujo. Sin embargo, Lo malo de amanecer sin pegar ojo, es que cuando llega la luz, tienes que volver a coger el ritmo diurno por empatía con el resto de los humanos, fresquitos y con legañas, por lo que, por la falta de energía, te sientes un poco al margen de todos, si no, otro gallo cantaría (😈: ohhh The Night King😝). 


Resulta que una de esas noches, sobre las doce, la hora de las brujas, a nuestro hospital se acerco un preocupado guardia privado de unos de los centros comerciales de la zona, comentándole al Dr. Doolitle, que estaba “disfrutando” la guardia esa noche, que si alguien podía ir a recoger a dos perros que habían dejado amarrados cerca de la entrada del centro. El Dr. Doolitle le dijo que no podía salir del hospital, que avisará al departamento de policía y que ellos se encargaran👮

Tres horas más tarde, apareció la policía municipal con los dos perros abandonados. Estaban bien cuidados y con buena pinta. Se les pasó el lector del Microchip y se intentó localizar al propietario. Llamó al número de móvil con que se había registrado en el censo, pero no cogió la llamada y le dejó el mensaje de que sus perros estaban en nuestro hospital. 

El Dr. Doolitle ya estaba pensando, “a este se le va a caer el pelo, ¿cómo puede dejar a estos bonitos perros amarrados a un poste en plena calle?” 


Sobre las siete de la mañana, cuatro horas más tarde, apareció el ABANDONADOR de perros. El Dr. Doolitle le atendió con cara de pocos amigos, pero rápidamente, notó que no era mal tipo y este, le contó lo sucedido.  

Había llegado esa tarde de la Isla de Fuerteventura, donde vivía, en un bello pueblo de la isla de las playas. Se había traído a sus dos perros porque iba a estar un par de semanas en Gran Canaria, y esa misma tarde se acercó al centro para comprar algo. Como aún somos unos Tarados, prohibimos entrar con animales a muchas tiendas, así que los amarró en un poste en la puerta del centro y se fue de compras. En una de las tiendas, tuvo una discusión con el dependiente, incluso, dijo que tuvo que poner una hoja de reclamación🤷🏼‍♂️

El hombre, según contó, se llevó tal disgusto por lo sucedido, que se acercó al primer bar que encontró y se tomó un par de rones🥃 para ahogar sus penas, y luego, otros dos…  Pasado el disgusto, y con la templadera, se olvidó de los perros y se fue a casa a dormir la mona. Dice que cuando estaba durmiendo, de repente se incorporó, tipo EXORCISTA🧟, abrió los ojos como CHOCHOS (o altramuces a lo peninsular),  y grita “DIOS MIO, MIS  PERROS, oH my GOD”. Cogió el móvil (es lo primero que hacemos al levantarnos por si alguien te ha llamado a las cuatro de la mañana👺), y escuchó el mensaje del Dr. Doolitle, respiró profundo, y medio taramba, vino al hospital rápidamente a por ellos. 


Comentaba, que en su pueblo está acostumbrado a dejarlos en las puertas de las tiendas (😈= bares🤔?), y luego, si se “olvida”, como la gente los conocen, los sueltan y ellos mismos saben llegar a casa. Al Dr. Doolitle, debido a esta historia tan tienna, o por lo cansado que estaba de una noche de perros (no es ningún sinónimo), y ver lo felices que estaban los perritos al ver a su dueño, se le ablandó el corazón, y no lo denunció. Se apiadó del OLVIDADIZO señor, y permitió que se los llevara. 

Me imagino, y espero, que no vuelva a dejarlos amarrados a un poste, mientras esta “comprando🍹”. Ni él es Clint Eastwood, ni sus perros son caballos del lejano Western. O que si va “de compras🍸, mejor que los deje en casa, así, le recibirán cuando él llegue, con un par de Alkatzetser para digerir dichas compras.

No siempre se va a encontrar con un buen samaritano que se moleste por ayudar a los animales🤷🏼‍♂️.  


Saludos Mey´s Club





 

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